Legado

Un recorrido por la historia

La historia de la Hacienda de Torrequemada se remonta a tiempos antiguos, con vestigios que sugieren su ocupación desde la época romana. Posteriormente, durante la dominación musulmana, formó parte de la alquería de Caxar, confirmando su importancia como centro agrícola.

Con la Reconquista, en 1253, el rey Alfonso X cedió estas tierras al noble castellano Gonzalo García de Torrequemada, cuyo apellido daría nombre a la finca. Pocos años después, en 1259, pasó a manos de la Orden de Santiago, una de las órdenes militares más influyentes de la época, que administraba diversas explotaciones en la zona.

En 1537, el emperador Carlos V, como Gran Maestre de la Orden de Santiago, vendió Torrequemada a Jorge de Portugal, Conde de Gelves.

A comienzos del siglo XVIII, la propiedad pasó a manos de Gabriel Morales, un influyente banquero sevillano dedicado al comercio de oro y plata. En 1708, Morales impulsó la construcción del caserío actual, una joya de la arquitectura barroca andaluza, diseñada por el arquitecto Juan Navarro, maestro mayor de la Audiencia de Sevilla y del duque de Medinaceli.

Pocos años después, en 1735, la Hacienda fue vendida al capellán real Jerónimo de Vierigol y Rovira, para la provincia jesuita de Chile. Con la llegada de la Compañía de Jesús, la finca adoptó el nombre de San Ignacio de Torrequemada, en honor al fundador de la orden. Durante 25 años, los jesuitas la gestionaron como un centro agrícola y espiritual, construyendo una capilla en la finca.

En 1760, poco antes de la expulsión de los jesuitas y la disolución de la Orden en España, la Hacienda fue adquirida por particulares y, desde entonces, ha sido transmitida de generación en generación.

Hoy, bajo el cuidado de la familia Gonzalo, se dedican a preservar su esencia y compartir su riqueza histórica.

Bueyes de la Hermandad del Rocio de Triana frente al Tinahón en el año 1975

Un ejemplo de arquitectura rural barroca

La Hacienda es un claro ejemplo de la arquitectura rural andaluza, fusionando elementos funcionales y decorativos.

La fachada principal es uno de los elementos más representativos de la Hacienda y un claro ejemplo de la arquitectura barroca rural. Destaca por su arco de medio punto, decorado con almagra, flanqueado por pilastras con hornacinas que albergan las imágenes de San Isidro y Santa Bárbara. En la parte superior, un escudo nobiliario preside el conjunto, rematado por tres pináculos con bolas, una característica ornamental típica de la época. La inscripción en la portada confirma su construcción en 1708.

El Patio Principal es uno de los espacios más emblemáticos de la Hacienda, rodeado por una elegante galería de arcos de medio punto que descansa sobre columnas de mármol. Un detalle distintivo de este conjunto es que cada capitel de mármol es único, lo que refleja el trabajo artesanal y la riqueza arquitectónica del barroco rural andaluz. Este patio no solo aporta belleza y equilibrio al conjunto, sino que también cumple una función clave en la distribución y jerarquización de los espacios de la Hacienda.

Los relojes de sol, pintados en almagra, son uno de los elementos más singulares de la Hacienda de Torrequemada. Están estratégicamente ubicados, flanqueando los accesos a los patios, y servían tanto como referencia horaria para las labores diarias como elemento decorativo. Su diseño, típico de la arquitectura rural barroca andaluza, combina funcionalidad y estética, integrándose perfectamente en la estructura del conjunto.